La salida de Chachapoyas hacía Leymebamba la hago en uno de los, hasta ahora, mejores recorridos que he tenido. Por una carretera que viaja junto al río Utcubamba como ya venía haciéndolo casi desde Bagua Grande, a diferencia que esta vez si se mantenía tan pegado al mismo que por momentos daban ganas de seguir pedaleando por el río.
Tan agradable y tranquila fue la pedaleada que hice 90 kms sintiéndome solo un poco cansado casi al final del recorrido debido a una pequeña subida para entrar a Leymebamba.
Ya en Leymebamba ubico la cancha del pueblo y armo mi carpa para pasar la noche, no sin antes pasar por el interrogatorio de los niños que se encontraban jugando fútbol.
Tan agradable y tranquila fue la pedaleada que hice 90 kms sintiéndome solo un poco cansado casi al final del recorrido debido a una pequeña subida para entrar a Leymebamba.
Ya en Leymebamba ubico la cancha del pueblo y armo mi carpa para pasar la noche, no sin antes pasar por el interrogatorio de los niños que se encontraban jugando fútbol.
Ya sabía yo que después de Leymebamba me esperaba un duro ascenso, por lo que un buen desayuno y con la mente puesta a sobrepasar los 3000 mts comienzo el ascenso de 1400 mts desde los 2200 hasta los 3600 mts, por una carretera que subía al filo de la montaña y con tramos tan angosto que hasta los mototaxis pasaban con cuidado.
Llegando a los 3000 mts llego a un pequeño paso de montaña que rápidamente se convierte en un mini valle por donde pasa un río, un ambiente tan agradable y pacífico que invita a relajarse y quedarse.
Más adelante me encuentro con un niño arreglando su bicicleta a lo que al verme me pregunta si tengo una llave de 15. Aprovecho el momento para tomar un descanso y decido ayudar al infante con su reparación.
Saco la herramienta arreglamos la bici y de paso le parcho el neumático de una llanta que tenía pinchada. El niño en agradecimiento (pienso yo) me invita a su casa para comer algo. Un plato de arroz con mucho cerdo frito y mote cocinado. Una especie de fritada de chancho campesina.
Sin más reparo y sin cuestionar la calidad de la carne del cerdo o preocuparme con que tipo de lavaza fue alimentado, disfruto de un plato con sabor a humildad y hospitalidad campesina.
Con tan inesperada recarga de energías sigo mi camino hacía el alto de Calla Calla a 3600 mts sin saber que al cruzar el puerto el camino me tenía otra sorpresa más preparada. Una vista de Los Andes peruanos tan impresionantes que quedo sin palabras, solo me quedaba parquear a Koga y disfrutar de ese momento tan sublime y agradecer a Dios por tan portentosa creación.
Y que mejor forma de celebrarle a Koga sus 3000 kms recorridos.
Llegando a los 3000 mts llego a un pequeño paso de montaña que rápidamente se convierte en un mini valle por donde pasa un río, un ambiente tan agradable y pacífico que invita a relajarse y quedarse.
Más adelante me encuentro con un niño arreglando su bicicleta a lo que al verme me pregunta si tengo una llave de 15. Aprovecho el momento para tomar un descanso y decido ayudar al infante con su reparación.
Saco la herramienta arreglamos la bici y de paso le parcho el neumático de una llanta que tenía pinchada. El niño en agradecimiento (pienso yo) me invita a su casa para comer algo. Un plato de arroz con mucho cerdo frito y mote cocinado. Una especie de fritada de chancho campesina.
Sin más reparo y sin cuestionar la calidad de la carne del cerdo o preocuparme con que tipo de lavaza fue alimentado, disfruto de un plato con sabor a humildad y hospitalidad campesina.
Con tan inesperada recarga de energías sigo mi camino hacía el alto de Calla Calla a 3600 mts sin saber que al cruzar el puerto el camino me tenía otra sorpresa más preparada. Una vista de Los Andes peruanos tan impresionantes que quedo sin palabras, solo me quedaba parquear a Koga y disfrutar de ese momento tan sublime y agradecer a Dios por tan portentosa creación.
Y que mejor forma de celebrarle a Koga sus 3000 kms recorridos.
Después de volver del cielo sigo por uno de los mejores descensos que he tenido, bajar desde los 3600 hasta 900 mts no es algo que se hace todos los días. Y que mejor forma de hacerlo que al límite, rozando los bordes de estos desfiladeros a más de 40 kms/h y apenas tocando los frenos. El corazón palpita rápido y la adrenalina es liberada a su máximo dar, cabe anotar que como había dicho antes la carretera es angosta, tanto que en algunos puntos llega a no superar los 2 mts de ancho y que había que estar pendiente de los carros que venían subiendo.
Después de casi hora y media de descenso, dos camiones adelantados y un tramo descendiendo a la par con dos camperos acechando mi único espejo, llego hasta Balsas alrededor de las 6 p.m. y se podía sentir el fuerte calor golpeando la cara después de que era el frío el que congelaba y me hacía escurrir los mocos incesablemente.
Lo que ya sabía y no quería aceptar era el hecho de que así como bajé, así mismo tenía que volver a subir. Y así sin ni más ni menos, decido pedir un aventón a uno de los camiones que había rebasado anteriormente. Solo pensaba que bastante tiempo voy a tener de quemar mis piernas subiendo más de 2000 mts en Cordillera Blanca.
¡Sabia decisión!
A lo que comienza la subida me doy cuenta de lo que hubiera sido una dura y una desagradable experiencia, además de que no quería saber nada más de calor. Hubiera sido una subida desde una altura más considerable la cosa hubiera sido distinta, pero desde los 900 mts ese calor hasta los 2000 no me los iba a volver a "mamar".
Llego a Celendín casi a la medianoche y gracias a Dios el camión paró cerca a la comisaría de policía, pregunto si se podía acampar ahí cerca y me dejan hacerlo.
A la mañana siguiente me acerco a la plaza de armas, un pueblo en medio de fiestas patrias y una bicicleta cargada de alforjas se mezclan entre las preguntas y los miles de buenos deseos en el provenir de esta gran travesía. Que agradable pueblo, unos cuantos ciclistas a la vista y un conocimiento superior del mundo del ciclismo hacen del comienzo de ésta, una mejor jornada.
—¡Nairo, Nairo!--
—¡El de Boyacá!--
— Es que ese Quintana es un monstruo para subir esa montañas del Tour--
—¿Todos los boyacenses son así de buenos para montar bicicleta?--
Mi llegada a Cajamarca la hago en dos días, no porque no hubiera podido en un día sino porque al haberlo hecho en uno solo llegaba de noche y no quería arriesgarme tan tarde en una ciudad buscando un lugar donde quedarme. Por lo que hago una escala en la Encañada un pequeño pueblo a 25 kms de Cajamarca.
Y como era de esperar nuevamente por estos Andes peruanos al paso del puerto que esta vez alcanzó los 3750 mts me encuentro con unas vistas para quedar sin aliento en estas alturas y un descenso extremo a diferencia que esta si era una carretera normal con sus dos carriles y gran espacio, pero aun así no le quitaba lo emocionante de descender a más de 50 kms/h.
Después de casi hora y media de descenso, dos camiones adelantados y un tramo descendiendo a la par con dos camperos acechando mi único espejo, llego hasta Balsas alrededor de las 6 p.m. y se podía sentir el fuerte calor golpeando la cara después de que era el frío el que congelaba y me hacía escurrir los mocos incesablemente.
Lo que ya sabía y no quería aceptar era el hecho de que así como bajé, así mismo tenía que volver a subir. Y así sin ni más ni menos, decido pedir un aventón a uno de los camiones que había rebasado anteriormente. Solo pensaba que bastante tiempo voy a tener de quemar mis piernas subiendo más de 2000 mts en Cordillera Blanca.
¡Sabia decisión!
A lo que comienza la subida me doy cuenta de lo que hubiera sido una dura y una desagradable experiencia, además de que no quería saber nada más de calor. Hubiera sido una subida desde una altura más considerable la cosa hubiera sido distinta, pero desde los 900 mts ese calor hasta los 2000 no me los iba a volver a "mamar".
Llego a Celendín casi a la medianoche y gracias a Dios el camión paró cerca a la comisaría de policía, pregunto si se podía acampar ahí cerca y me dejan hacerlo.
A la mañana siguiente me acerco a la plaza de armas, un pueblo en medio de fiestas patrias y una bicicleta cargada de alforjas se mezclan entre las preguntas y los miles de buenos deseos en el provenir de esta gran travesía. Que agradable pueblo, unos cuantos ciclistas a la vista y un conocimiento superior del mundo del ciclismo hacen del comienzo de ésta, una mejor jornada.
—¡Nairo, Nairo!--
—¡El de Boyacá!--
— Es que ese Quintana es un monstruo para subir esa montañas del Tour--
—¿Todos los boyacenses son así de buenos para montar bicicleta?--
Mi llegada a Cajamarca la hago en dos días, no porque no hubiera podido en un día sino porque al haberlo hecho en uno solo llegaba de noche y no quería arriesgarme tan tarde en una ciudad buscando un lugar donde quedarme. Por lo que hago una escala en la Encañada un pequeño pueblo a 25 kms de Cajamarca.
Y como era de esperar nuevamente por estos Andes peruanos al paso del puerto que esta vez alcanzó los 3750 mts me encuentro con unas vistas para quedar sin aliento en estas alturas y un descenso extremo a diferencia que esta si era una carretera normal con sus dos carriles y gran espacio, pero aun así no le quitaba lo emocionante de descender a más de 50 kms/h.
Así mismo esta tierra no deja de sorprenderme con gente amable y totalmente contrario a las referencias dadas y la idea que tenía. A mi llegada a las afueras de Cajamarca un ciclista se me acerca y me hace la rutina de preguntas y seguido me dice que me acompaña y me lleva hasta la plaza de armas de la ciudad. Consigo donde quedarme, una foto, un gracias y cada quien sigue su camino.
El mío por ahora descansar un poco y conocer un poco más de esta agradable ciudad que a la fecha me gusta y me seduce con su variedad de restaurantes y locales de venta de quesos y manjar.
El mío por ahora descansar un poco y conocer un poco más de esta agradable ciudad que a la fecha me gusta y me seduce con su variedad de restaurantes y locales de venta de quesos y manjar.