Y aunque no era en la zona donde se hacen los trekkings, se podían ver las torres perfectamente... bueno, si el clima lo permitía.
La idea era poder ver un puma, pero no se dejaron ver. A cambio pude ver cóndores pero todos en vuelo y un poco lejos, pero a pesar de todo pude ver guanacos, ñandúes, caballos, perros, gatos y otros animales de granja comunes.
Punta Arenas también fue el lugar donde hice un nuevo amigo, Pingu. Pingu es un pequeño pingüino de la especie rey que rescaté de un red de tráfico de pingüinos usados para convertirse en llaveros. Pagué el precio de su rescate con la promesa de llevarlo de vuelta a su hogar, hubiera podido haberlo hecho por todos pero en ese momento solo tenía el dinero para el de él. Así que desde ese momento Pingu iba a acompañarme hasta llegar a la Antártida.
Me toman dos días llegar hasta la frontera y del lado chileno este gran país me despide de la misma forma que me recibió, mostrando la gran amabilidad de sus habitantes. Me acerco a los oficiales de aduana pidiendo un lugar donde poner la carpa para pasar la noche y a cambio me ofrecen la oficina donde se encuentra el escáner de equipaje para que durmiera ahí dentro con calefacción y refugiado de la noche fría que estaba haciendo.
Al siguiente día me despido con un nudo en la garganta pero con el corazón lleno de mucho agradecimiento a la gente chilena y a este bello país. Paso a Argentina y conecto con la ruta 3, pavimentada, y comienzo mi descenso hacía Río Grande con un poco de ayuda con el fuerte viento que pegaba de espaldas.
hago otros 100 kms ese día y llego a Río Grande buscando un lugar donde pasar la noche. Encuentro un lugar donde me dejan poner la carpa en un hostel por un precio más económico que el de un cuarto pero aun así la noche caía con mucho frío, a lo que la encargada del hostel me ofrece una habitación sin recargo alguno solo para que no pasara frío en la carpa. Una habitación con calefacción y tan caliente que no dormía tan descubierto desde que tuve los últimos días de verano en Chile.
Hago otros 100 kms ese día y llego a Tolhuin, directamente a la panadería "La Unión" un lugar donde los ciclistas podemos llegar a descansar un poco y calentarnos.
La idea era llegar el mismo 12 de abril que había salido de la casa y hacer el año exacto de viaje hasta Ushuaia, por lo que pido permiso y me dejan quedar una semana sin problema. Pero al fin preferí seguir mi rumbo y terminar mis últimos 100 kms antes de lo que quería.
Después de conocer un grupo de personas agradables en este lugar y una ración de panes y facturas como para un batallón dejo Tolhuin en medio de días extremadamente helados para el comienzo de este otoño fueguino.
A pesar del frío, la mejor parte de estar a comienzos del otoño llegando al final del mundo, es ver los bosques de lengas pintándose de rojo oscuros casi carmín, y algunos otros con tonos amarillos y puedo hacer mi pedaleada en medio de un paisaje nuevo para mi.
Me apuro en hacer la carpa y me refugio dentro subiendo la temperatura un poco hasta los 4º, seguido me pongo ropa más apropiada para soportar el frío, preparo un tinto y por último pongo agua hervida dentro de una botella de gaseosa y la pongo dentro del sleeping para mantener calientes lo píes. Los cuales traía bastante congelados durante la pedaleada.
Ya caída la noche la temperatura vuelve a subir hasta llegar a los 8ºC, trato de dormir pero sin poder hacerlo, no sé si era la ansiedad de saber que al siguiente día estaría llegando a mi meta.
Y así como el atardecer fue frío , el amanecer se torna igualmente bastante helado y las primeras horas de la mañana las paso tratando de mantener el poco calor que le quedaba a mi sleeping.
8:00 a.m. y amanece pero aun no sale el sol, levanto mi carpa rápidamente, preparo un tinto y me caliento con éste y con los pocos rayos de sol que salían a esa hora.
Comienzo mi ascenso para llegar hasta el paso Garibaldi que se encontraba a 450 mts de altura, nada extremo, pero que en estas latitudes se podía sentir en cada pedaleo que daba. Sigo subiendo y a lo lejos se podía ver como el clima se hacía cada vez más gris. Y sin más espera comienza a lloviznar pero no demoro mucho para que esa llovizna comenzara a volverse granizo... pero, el granizo cae fuerte y este caía lento.
¡Estaba nevando!
A pesar de que la subida se hacía más pronunciada y el viento comenzaba a pegarme de frente cada vez más fuerte, estaba conmocionado de poder conocer una nevada, seguía subiendo y a nevada se convirtió en una tormenta de nieve. El viento pegaba fuerte de frente y me ponía toda la nieve en la cara y a duras me dejaba pedalear.
En ese momento para un camión al lado y me ofrece llevar, veo hacía delante para tratar de ver si el clima iba a cambiar, pero lo único que podía ver era como la nieve caía con fuerza en mi cara.
Al final llego a Ushuaia, me tomo las debidas fotos junto al letrero y levanto a Koga en brazos celebrando esta pequeño triunfo que Dios me permite disfrutar. No hay champagne, celebraciones ni serpentinas volando por el aire. Solo una bici y yo en lo que se conoce como el fin del mundo.
Paso dos días y aunque veo que la posibilidad de llevar a Pingu de vuelta con su familia a la Antártida es casi imposible para esta temporada y porque este tipo de tours tienen un costo bastante alto, le propongo llevarlo a conocer el mundo conmigo y acepta feliz.
De ese modo emprendemos vuelo rumbo a Buenos Aires donde seguiría la siguiente etapa de este viaje. Volver a casa.