En Cafayate pudimos conocer más colombianos oriundos de Boyacá, Bucaramanga, Cali y Bogotá. También tuvimos la oportunidad de estar en nuestro primer asado argentino y como ya era de costumbre, seguir disfrutando del vino de la región, que según dicen es de los mejores de Argentina.
Sin muchas ganas de irnos de Cafayate salimos con rumbo a las ruinas de Quilmes que se encontraban a 50 kms con dirección al sur por toda la ruta 40. Una ruta tranquila que hacemos en medio de viñedos, rectas interminables y un calor infernal. Hacemos una pequeña parada en Tolombón para comer en la plaza principal, en donde nos encontramos con unas señoras que parecían vender algo de comida, al acercarnos eran las profesoras de un grupo de niños que estaban de excursión con el colegio que para sorpresa de nosotros nos brindan de la comida que tenían para los chicos. Y quedó sin palabras cuando una de ellas me da no solo una, sino 4 pedazos de milanesas de res que tenía en una cajita plástica y mucha más cuando todos los chicos empiezan a darnos dulces, gaseosa y hasta un paquete entero de galletas que tenían para ellos. Con gestos como estos es que uno recarga todas las energías, no por la comida sino porque encontrar gente amable es más fácil de lo pensado.
Sin muchas ganas de irnos de Cafayate salimos con rumbo a las ruinas de Quilmes que se encontraban a 50 kms con dirección al sur por toda la ruta 40. Una ruta tranquila que hacemos en medio de viñedos, rectas interminables y un calor infernal. Hacemos una pequeña parada en Tolombón para comer en la plaza principal, en donde nos encontramos con unas señoras que parecían vender algo de comida, al acercarnos eran las profesoras de un grupo de niños que estaban de excursión con el colegio que para sorpresa de nosotros nos brindan de la comida que tenían para los chicos. Y quedó sin palabras cuando una de ellas me da no solo una, sino 4 pedazos de milanesas de res que tenía en una cajita plástica y mucha más cuando todos los chicos empiezan a darnos dulces, gaseosa y hasta un paquete entero de galletas que tenían para ellos. Con gestos como estos es que uno recarga todas las energías, no por la comida sino porque encontrar gente amable es más fácil de lo pensado.
A pocos kilómetros de llegar a las ruinas de Quilmes la bicicleta de Carlos comenzó a perder aire en la rueda trasera debido a un hueco lateral que se estaba haciendo en la llanta. Después de parar a despinchar 3 veces el roto se hizo tan grande que reventó el neumático y a pocos kilómetros de nuestro destino y el sol escondiéndose cada vez más rápido, Carlos termina haciendo un remiendo Mc Gyver con el que llegamos a la entrada del parque y hacemos carpa para al día siguiente entrar y conocer el lugar.
La entrada al lugar tenía un costo de $30 pesos de los cuales no pagamos despuñes de haber pasado un rato charlando con uno de los encargados de la taquilla del parque. Un pequeño recorrido, fotos y mucho sol y al mediodía terminamos nuestro tour por este lugar y emprendimos rumbo hacía Santa María que se encontraba a tan solo 50 kms, pero que hacemos con cuidado ya que una de las llantas venía con un gran hueco por el lado.
Al llegar allí lo primero que hacemos es buscar la bicicletería y otro remiendo deja las llantas de la bici de Carlos rodando unos kilómetros más. Nos quedamos en este pueblo como era ya de costumbre en el camping municipal.
Al siguiente día después de una mañana tranquila y por medio de pueblos cada 15-20 kms, terminamos la jornada por una carretera llamada el Campo de los Pozuelos una recta en subida suave de más casi unos 20 kms. en medio de solo matorrales y un fuerte viento. Tan fuerte que cerca de las 4 p.m. tenemos el famoso viento zonda que hay en esta región. El viento zonda es un viento propio del norte argentino y se caracteriza por ser caliente y lleva consigo mucho polvo y suciedad que va levantando en el camino. Y para sumarle detrás de nosotros se avecinaba una gran tormenta. Vaya sitio para buscar un refugio, un área semidesértica en donde el único lugar que pudimos para refugiarnos fue debajo de puente que cruza uno de los canales que se utiliza para drenar las vertientes de las tormentas en el verano.
El lugar estaba lleno de arena y mucha mierda de los animales que pastorean por la zona. Aunque el viento seguía entrando con fuerzas por los lados pudimos refugiarnos del agua y un poco de toda la arena que surcaba los aires. Y para colmo de males ya desde Cafayate la colchoneta venía desinflándose a cause de un chichones que le salieron al desprenderse las uniones de los canales que separan los bultos, por lo que es noche literalmente tuve que dormir sobre el duro concreto del piso.
A final de cuentas nadie dijo que recorrer Sudamérica en bici te iba asegurar siempre tener un lugar apropiado donde dormir, a veces la ruta es tan impredecible que improvisar un refugio pude hacer la diferencia.
La entrada al lugar tenía un costo de $30 pesos de los cuales no pagamos despuñes de haber pasado un rato charlando con uno de los encargados de la taquilla del parque. Un pequeño recorrido, fotos y mucho sol y al mediodía terminamos nuestro tour por este lugar y emprendimos rumbo hacía Santa María que se encontraba a tan solo 50 kms, pero que hacemos con cuidado ya que una de las llantas venía con un gran hueco por el lado.
Al llegar allí lo primero que hacemos es buscar la bicicletería y otro remiendo deja las llantas de la bici de Carlos rodando unos kilómetros más. Nos quedamos en este pueblo como era ya de costumbre en el camping municipal.
Al siguiente día después de una mañana tranquila y por medio de pueblos cada 15-20 kms, terminamos la jornada por una carretera llamada el Campo de los Pozuelos una recta en subida suave de más casi unos 20 kms. en medio de solo matorrales y un fuerte viento. Tan fuerte que cerca de las 4 p.m. tenemos el famoso viento zonda que hay en esta región. El viento zonda es un viento propio del norte argentino y se caracteriza por ser caliente y lleva consigo mucho polvo y suciedad que va levantando en el camino. Y para sumarle detrás de nosotros se avecinaba una gran tormenta. Vaya sitio para buscar un refugio, un área semidesértica en donde el único lugar que pudimos para refugiarnos fue debajo de puente que cruza uno de los canales que se utiliza para drenar las vertientes de las tormentas en el verano.
El lugar estaba lleno de arena y mucha mierda de los animales que pastorean por la zona. Aunque el viento seguía entrando con fuerzas por los lados pudimos refugiarnos del agua y un poco de toda la arena que surcaba los aires. Y para colmo de males ya desde Cafayate la colchoneta venía desinflándose a cause de un chichones que le salieron al desprenderse las uniones de los canales que separan los bultos, por lo que es noche literalmente tuve que dormir sobre el duro concreto del piso.
A final de cuentas nadie dijo que recorrer Sudamérica en bici te iba asegurar siempre tener un lugar apropiado donde dormir, a veces la ruta es tan impredecible que improvisar un refugio pude hacer la diferencia.
Después de una noche no muy confortable seguimos con rumbo hacía Belén haciendo escala un día más en San Fernando. Ya en Belén nos alojamos en la casa de Antonio y su familia. Una familia dedicada a los tejidos artesanales, no por nada se conoce por estas regiones a Belén como la capital del poncho y a esta ruta como la ruta del telar.
Nos tomamos 3 días para recuperar fuerzas, pedalear por esta región de rectas interminables y áridos semi-desiertos te pueden agotar en no más de 4-5 días seguidos de pedaleo.
Aunque los 3 días que estuvimos en Belén estuvo nublado y por un día completo después de casi dos meses sin ver llover tuvimos lluvia y un clima más frío.
Luego de recuperar fuerzas y lavar algo de ropa dejamos Belén para dirigirnos hacía Chilecito, no sin antes a tan solo 4 kms de haber comenzado el día, Carlos vuelve a tener otra pinchada en su rueda trasera, un parche más para la colección y seguimos por una carretera que se dividía en dos rectas agotantes, la idea era llegar hasta San Blas de los Sauces, pero el impredecible viento nos tiene pedaleando a no más de 10 km/h y decidimos pasar la noche en una casa abandonada que encontramos al lado de la carretera. La casa tenía una pequeña chimenea y habían cañas secas por todo su alrededor, a lo que sin dudarlo dos veces decidimos hacer una fogata. La fogata la hicimos más para poder cocinar y ahorrar gas, porque veníamos cortos de gas, y conseguir gas de rosca en Argentina desgraciadamente es más difícil.
Nos tomamos 3 días para recuperar fuerzas, pedalear por esta región de rectas interminables y áridos semi-desiertos te pueden agotar en no más de 4-5 días seguidos de pedaleo.
Aunque los 3 días que estuvimos en Belén estuvo nublado y por un día completo después de casi dos meses sin ver llover tuvimos lluvia y un clima más frío.
Luego de recuperar fuerzas y lavar algo de ropa dejamos Belén para dirigirnos hacía Chilecito, no sin antes a tan solo 4 kms de haber comenzado el día, Carlos vuelve a tener otra pinchada en su rueda trasera, un parche más para la colección y seguimos por una carretera que se dividía en dos rectas agotantes, la idea era llegar hasta San Blas de los Sauces, pero el impredecible viento nos tiene pedaleando a no más de 10 km/h y decidimos pasar la noche en una casa abandonada que encontramos al lado de la carretera. La casa tenía una pequeña chimenea y habían cañas secas por todo su alrededor, a lo que sin dudarlo dos veces decidimos hacer una fogata. La fogata la hicimos más para poder cocinar y ahorrar gas, porque veníamos cortos de gas, y conseguir gas de rosca en Argentina desgraciadamente es más difícil.
Después de pasar la noche en este peculiar sitio, seguimos nuestro recorrido hacía Chilecito cruzando el departamento de San Blas a través de más rectas eternas que te agotan mentalmente, ya que de agotarte físicamente se encargaba el radiante sol y las altas temperaturas de esta monótona y desértica ruta 40. Después de unos duros 75 kilómetros llegamos a Pituil el único pueblo que se encuentra en la ruta hacía Chilecito, donde pasamos la noche para seguir y completar los últimos 80 kilómetros sin pueblos y poder llegar a Chilecito.
Al llegar a Chilecito no disponíamos de un camping municipal por lo que tuvimos que seguir hasta un municipio llamada San Miguel, en dirección oeste a 2 kms y buscar camping allá.
Aprovechamos que logramos conseguir un buen precio por la acampada y nos quedamos un día más.
Cada día más cerca de San Juan seguimos rumbo a la cuesta de Miranda un duro ascenso de 1000 mts que hacemos en medio de montañas más verdes, algo de curvas o como llaman por acá, camino sinuoso. Y un río que sin mentir es el primero que vemos que sí tiene agua. Al parecer coincido con lo que todos los ciclistas que hacen esta misma ruta dicen, que este el único tramo de la ruta 40 hasta Mendoza más interesante, porque el resto es el mismo monótono y aburrido desierto.
Al llegar a Chilecito no disponíamos de un camping municipal por lo que tuvimos que seguir hasta un municipio llamada San Miguel, en dirección oeste a 2 kms y buscar camping allá.
Aprovechamos que logramos conseguir un buen precio por la acampada y nos quedamos un día más.
Cada día más cerca de San Juan seguimos rumbo a la cuesta de Miranda un duro ascenso de 1000 mts que hacemos en medio de montañas más verdes, algo de curvas o como llaman por acá, camino sinuoso. Y un río que sin mentir es el primero que vemos que sí tiene agua. Al parecer coincido con lo que todos los ciclistas que hacen esta misma ruta dicen, que este el único tramo de la ruta 40 hasta Mendoza más interesante, porque el resto es el mismo monótono y aburrido desierto.
Luego de pasar la noche en Tambillos, tomamos un desvío para salirnos de la ruta 40 y seguir hacía Pagancillo y empezar el trayecto hacía el Valle de la Luna. Pero después de un buen tiempo sin problemas, esta ve la llanta delantera de la bici de Carlos empieza a rajarse por un lado y el neumático comienza a asomarse por este mismo, la parada a almorzar en Pagancillo sirve para que Carlos cambie de posición las llantas, la adelante atrás y viceversa.
Grave error. El remiendo de la llanta que estaba adelante y ahora atrás cede ante el peso de las alforjas y las cosas y otro pinchazo nos deja andando en medio del desierto bajo el fuerte y sol y el incansable volar de las moscas alrededor de la cara, los brazos y las piernas sin descanso. Rápidamente nos tiramos al lado de la carretera y armamos el interior de la carpa solo para meternos y protegernos del molesto revoloteo de las incontables hordas de moscas. Al caer el sol y un poco la cantidad de moscas, salimos de la carpa para instalarnos apropiadamente.
Pasamos la noche en medio del desierto y Carlos arreglando y buscando como poner un parche a un neumático que no tenía espacio para uno más.
Al día siguiente avanzamos unos pocos kilómetros y dimos con la entrada al parque Talampalla, y seguido a esto otra pinchada más y otra hasta llegar a la casa de los guardaparques a punta de rápidas paradas para echarle aire a la llanta y seguir.
A lo que Carlos decide nuevamente a rotar la posición de las llantas, atrás adelante y viceversa y usar un pedazo de caucho de otra llanta que tenía para tapar el hueco lateral que tenía la llanta que dejó atrás y poder seguir. Con una llanta no muy confiable llegamos a la siguiente casa de guardaparques en medio de una temperatura de 48º C. Descansamos un largo tiempo esperando que la temperatura baje un poco para luego seguir nuestro camino. Pero la llanta de atrás sufre una nueva pinchadura y un descuido en la anterior despinchada donde dejamos el paquete de parches y el pegante nos deja a merced del desierto con los últimos 3 parches que yo tenía y las últimas gotas de otro pegante que Carlos tenía guardado.
Grave error. El remiendo de la llanta que estaba adelante y ahora atrás cede ante el peso de las alforjas y las cosas y otro pinchazo nos deja andando en medio del desierto bajo el fuerte y sol y el incansable volar de las moscas alrededor de la cara, los brazos y las piernas sin descanso. Rápidamente nos tiramos al lado de la carretera y armamos el interior de la carpa solo para meternos y protegernos del molesto revoloteo de las incontables hordas de moscas. Al caer el sol y un poco la cantidad de moscas, salimos de la carpa para instalarnos apropiadamente.
Pasamos la noche en medio del desierto y Carlos arreglando y buscando como poner un parche a un neumático que no tenía espacio para uno más.
Al día siguiente avanzamos unos pocos kilómetros y dimos con la entrada al parque Talampalla, y seguido a esto otra pinchada más y otra hasta llegar a la casa de los guardaparques a punta de rápidas paradas para echarle aire a la llanta y seguir.
A lo que Carlos decide nuevamente a rotar la posición de las llantas, atrás adelante y viceversa y usar un pedazo de caucho de otra llanta que tenía para tapar el hueco lateral que tenía la llanta que dejó atrás y poder seguir. Con una llanta no muy confiable llegamos a la siguiente casa de guardaparques en medio de una temperatura de 48º C. Descansamos un largo tiempo esperando que la temperatura baje un poco para luego seguir nuestro camino. Pero la llanta de atrás sufre una nueva pinchadura y un descuido en la anterior despinchada donde dejamos el paquete de parches y el pegante nos deja a merced del desierto con los últimos 3 parches que yo tenía y las últimas gotas de otro pegante que Carlos tenía guardado.
Después de unos agotantes 80 kms, una llanta en sus últimas la cual nunca pensé fuera a terminar el día, llegamos a Baldecitos donde pasamos la noche y al siguiente día terminamos los últimos 17 kms restantes para llegar al Parque Ischigualasto o Valle de la Luna como muchos le llaman por su peculiar topografía, un lugar que es como un cofre abierto donde se puede encontrar información sobre la prehistoria de este mundo, dicen que se han encontrado piedras huellas de tiempo en las montañas que datan de m´s de 258 millones de años y que el Valle de la Luna es el lugar donde nacieron surgieron los ancestros de los llamados dinosaurios.
Ya en el parque negociamos la entrada y el camping para esa noche pero el día se nubla y el viento se intensifica por lo que decido esperar hasta el siguiente día para hacerlo.
Mientras yo hacía el recorrido del lugar, Carlos, aprovechaba que en el parque hay un circuito para hacer en bici y se dirige al taller para buscar llantas, con fortuna que le regalan dos. Una no tan en buen estado pero que sirve para el desvare y otra en mejor estado para reemplazar la ya destrozada llanta trasera que milagrosamente llegó hasta ese lugar.
Después de recorrer esta tierra de dinosaurios y hablar con el encargado para podernos quedar un día más gratis, aprovechamos el wi-fi del lugar y refugiados del viento en la recepción para actualizar redes y dar señales de vida.
Ya en el parque negociamos la entrada y el camping para esa noche pero el día se nubla y el viento se intensifica por lo que decido esperar hasta el siguiente día para hacerlo.
Mientras yo hacía el recorrido del lugar, Carlos, aprovechaba que en el parque hay un circuito para hacer en bici y se dirige al taller para buscar llantas, con fortuna que le regalan dos. Una no tan en buen estado pero que sirve para el desvare y otra en mejor estado para reemplazar la ya destrozada llanta trasera que milagrosamente llegó hasta ese lugar.
Después de recorrer esta tierra de dinosaurios y hablar con el encargado para podernos quedar un día más gratis, aprovechamos el wi-fi del lugar y refugiados del viento en la recepción para actualizar redes y dar señales de vida.
Al siguiente día y con una llanta en la bici de Carlos más apta para continuar el viaje pero con viento de frente continuamos el camino con la esperanza de por fin llegar a San Juan después de kilómetros y kilómetros de desierto, viento y mucho calor.
Por los siguientes cuatro días recorremos una carretera igual a lo de siempre, rectas, calor, arena, viento zonda y mucho agotamiento. Ya en San Juan (por fin) llegamos hasta la casa de la familia Amaya donde los padres de Matías, otro cicloviajero a quien conocimos en el camping de Salta y nos abrió las puertas de su casa para hospedarnos.
Como de costumbre, nos tomaremos unos días para descansar y continuar hacía Mendoza, nuestra última ciudad en Argentina para luego volver a cruzar a Chile hacía Valparaiso.
Por los siguientes cuatro días recorremos una carretera igual a lo de siempre, rectas, calor, arena, viento zonda y mucho agotamiento. Ya en San Juan (por fin) llegamos hasta la casa de la familia Amaya donde los padres de Matías, otro cicloviajero a quien conocimos en el camping de Salta y nos abrió las puertas de su casa para hospedarnos.
Como de costumbre, nos tomaremos unos días para descansar y continuar hacía Mendoza, nuestra última ciudad en Argentina para luego volver a cruzar a Chile hacía Valparaiso.