En Los Andes lo que iba a ser una noche de paso, se convirtió en 4 días de descanso, comida agradable, asados, compartir con gente nueva y lo más importante el calor de una bella y gran familia. No era suficiente con el calor que hacía por esos días ahí en Los Andes, el calor de hogar que se sentía en la casa era incomparable.
Pero mi mejor recuerdo siempre será el de Don Ulises, el papá de Rodolfo, un viejo (que de viejo no tiene nada) lleno de energía, curioso, pendiente de que uno estuviera bien y lo más importante es que me hizo recordar tanto a mi abuelo.
Esa actitud infantil, que a pesar de los años siempre hacen bromas y tratan de hacer reír a la gente con la que comparten sin importar lo que piensen los demás.
Pero tanto fue el aprecio y el afecto que surgió con Don Ulises en 4 días que el día que nos fuimos sucedió lo que nunca había experimentado en todo el viaje. El viejo mientras se despedía de nosotros se le aguaban los ojos y una pequeña lágrima se alcanzó a escapar para caer por su mejilla izquierda. Estoy seguro que el viejo quiso decirnos de todo y darnos los mejores éxitos en nuestro viaje y el por venir, pero el nudo que tenía en la garganta era tan denso que no puedo hablar mucho.
Un “todo va estar bien” de parte mía y comienzo el día con el corazón conmovido, feliz y agradecido de encontrar gente que sufre con la partida de uno, pero conmovido.
Seguimos rumbo a Concón y por segunda vez llego a la costa pacífica en este viaje, la primera en Lima y ahora surcando la costa chilena en medio de sus costas y uno que otro acantilado, sintiendo ese peculiar aroma a sal, brisa y mariscos.
Seguimos recorriendo la costa y llegamos a Viña del Mar, a lo que no queda nada más que decir que amor a primera vista.
Ciudad costera, mujeres bonitas, sin el calor infernal, buena variedad gastronómica. En conclusión, Viña es un lugar al que volvería con más tiempo en un futuro.
Y por último llegamos a Valparaíso una ciudad que emerge en medio de cerros y cerros y más cerros, a lo que para llegar a nuestro hostal tuvimos que subir por una calle con su respetable 22% de pendiente.
Una ciudad colorida, de casas viejas al estilo colonial que esconden su edad gracias al sin fin de grafitis que hay por todas sus calles. Nos quedamos dos días y aprovechamos para recorrer las calles de Valpo y apreciar mejor sus coloridos murales.
Pero mi mejor recuerdo siempre será el de Don Ulises, el papá de Rodolfo, un viejo (que de viejo no tiene nada) lleno de energía, curioso, pendiente de que uno estuviera bien y lo más importante es que me hizo recordar tanto a mi abuelo.
Esa actitud infantil, que a pesar de los años siempre hacen bromas y tratan de hacer reír a la gente con la que comparten sin importar lo que piensen los demás.
Pero tanto fue el aprecio y el afecto que surgió con Don Ulises en 4 días que el día que nos fuimos sucedió lo que nunca había experimentado en todo el viaje. El viejo mientras se despedía de nosotros se le aguaban los ojos y una pequeña lágrima se alcanzó a escapar para caer por su mejilla izquierda. Estoy seguro que el viejo quiso decirnos de todo y darnos los mejores éxitos en nuestro viaje y el por venir, pero el nudo que tenía en la garganta era tan denso que no puedo hablar mucho.
Un “todo va estar bien” de parte mía y comienzo el día con el corazón conmovido, feliz y agradecido de encontrar gente que sufre con la partida de uno, pero conmovido.
Seguimos rumbo a Concón y por segunda vez llego a la costa pacífica en este viaje, la primera en Lima y ahora surcando la costa chilena en medio de sus costas y uno que otro acantilado, sintiendo ese peculiar aroma a sal, brisa y mariscos.
Seguimos recorriendo la costa y llegamos a Viña del Mar, a lo que no queda nada más que decir que amor a primera vista.
Ciudad costera, mujeres bonitas, sin el calor infernal, buena variedad gastronómica. En conclusión, Viña es un lugar al que volvería con más tiempo en un futuro.
Y por último llegamos a Valparaíso una ciudad que emerge en medio de cerros y cerros y más cerros, a lo que para llegar a nuestro hostal tuvimos que subir por una calle con su respetable 22% de pendiente.
Una ciudad colorida, de casas viejas al estilo colonial que esconden su edad gracias al sin fin de grafitis que hay por todas sus calles. Nos quedamos dos días y aprovechamos para recorrer las calles de Valpo y apreciar mejor sus coloridos murales.
Con muchas ganas de quedarnos más tiempo en esta agradable costa seguimos con rumbo a Santiago donde nos quedamos en la casa… bueno, en el apartamento de Diego, un amigo de Carlos de cuando estaban en la universidad. Junto con Leidy, su polola, pasamos una semana descansando, comiendo y conociendo algo de esta grande y agradable ciudad que por el momento es la mejor capital de Sudamérica.
Recorriendo sus calles se puede apreciar su parecido con Bogotá, el centro con sus estilo colonial, el comercio, gente va, gente viene, pero hay que decirlo y lo que más impacta de Santiago. Es el orden y su organización, excelente. En todo el tiempo que estuve no vi un solo trancón.
Totalmente una ciudad para moverse con tranquilidad en bicicleta, una cultura ciudadana como ninguna otra donde el peatón si es respetado y tiene totalmente toda la prioridad. Aun con las bicicletas los conductores daban la vía siempre, en los cruces esperaban a que pasara toda la gente, en fin. Santiago me gustó.
Luego de una semana descansando iba a comenzar el verdadero desafío y la prueba de oro de este viaje.
El 11 de enero mi familia va a viajar a Bariloche para pasar sus vacaciones, por lo que quedamos de vernos allá. A lo que sacando números y mapas, teníamos que hacer unos 1200 kms en menos de 20 días. Un promedio de 60-70 kms diarios para cumplir con la hazaña.
Recorriendo sus calles se puede apreciar su parecido con Bogotá, el centro con sus estilo colonial, el comercio, gente va, gente viene, pero hay que decirlo y lo que más impacta de Santiago. Es el orden y su organización, excelente. En todo el tiempo que estuve no vi un solo trancón.
Totalmente una ciudad para moverse con tranquilidad en bicicleta, una cultura ciudadana como ninguna otra donde el peatón si es respetado y tiene totalmente toda la prioridad. Aun con las bicicletas los conductores daban la vía siempre, en los cruces esperaban a que pasara toda la gente, en fin. Santiago me gustó.
Luego de una semana descansando iba a comenzar el verdadero desafío y la prueba de oro de este viaje.
El 11 de enero mi familia va a viajar a Bariloche para pasar sus vacaciones, por lo que quedamos de vernos allá. A lo que sacando números y mapas, teníamos que hacer unos 1200 kms en menos de 20 días. Un promedio de 60-70 kms diarios para cumplir con la hazaña.
Al siguiente día seguimos con rumbo a la segunda parada la cual hicimos en Chimbarongo, donde pasamos la noche también en bomberos. Y así mismo la tercera noche la pasaríamos en la estación de bomberos de San Rafael.
Al siguiente día seguimos con rumbo hacía Linares hicimos una pequeña parada en una estación de servicio donde mientras hablábamos con un señor nos regaló 20.000 pesos chilenos como una forma de colaborarnos con nuestro viaje. Un gran gesto para iniciar el 24 diciembre.
Luego tomamos un pequeño desvío por la ruta L-16 hacía San Javier dejando de un lado la transitada ruta 5. La ruta 5 sur es un ruta que conecta a Santiago con Puerto Montt, una ruta de doble calzada por la que transitan incontables cantidades de vehículos y principalmente camiones, a pesar de tener una amplia berma, salirse de esta ruta por al menos 10 kms llega a ser un alivio, ya que la ruta que tomamos era más tranquila y con más árboles, tantos que un trayecto la ruta estaba cubierta por árboles de lado a lado.
Hermoso y relajante pasaje. Volvía asentir es aroma a campo y con sus 38º de calor y fuerte sol golpeando por ratos me sentía llegando a Girardot por la vía de Tocaima.
Después de esa dosis de clorofila volvimos a la autopista para terminar nuestro día en Linares donde apenas llegamos a la plaza de armas se nos acercó un joven en su bicicleta y sin tanto preámbulo y problemas nos ofreció su casa para que pudiéramos pasar la noche. Junto a su esposa, su hija y unos amigos pasamos el 24 de diciembre comiendo pizzas y una botella de vino. A falta de regalos Chile nos obsequiaba lo mejor de su país, el calor y la amabilidad de la gente que brinda su ayuda desinteresadamente.
Pero los regalos no terminaban y Fernando nos ponía en marcha al siguiente día con una parrilla delantera para Carlos y yo con una alforja delantera, la que me hacía falta. Que Fernando él mismo había hecho con pvc, pegante y calor.
―Cuando yo viajé me ayudaron mucho, por eso hago lo mismo.―
Gran tipo Fernando, y a propósito sus viajes los hace en una bicicleta hecha de bambú, que increíblemente él mismo también construyó. Sin ganas de irnos seguimos ese día rumbo a San Gregorio donde los bomberos no nos dejaron pasar la noche en su estación y los carabineros no nos permitían acampar en el parque. Pero bien dicen que no hay mal que por bien no venga y que cuando se cierra una o dos puertas Dios abre 5 más y 2 ventanas de pasada.
Nos recomendaron ir a un balneario cerca al río, al que fuimos sin dudar, cuando llegamos encontramos un lugar agradable para poner las carpas y mientras admirábamos el lugar una familia que se encontraba en su tarde de 25 nos invitó a seguir a su picnic.
Todo un costillar de cordero, longaniza, papa con mayonesa, ensalada, gaseosa. Fue tanta comida que casi no nos pudimos levantar del puesto, y lo mejor de todo es que toda la carne que tenía era de animales que ellos mismos criaban. Otro gesto más de amabilidad y Chile me seguía sorprendiendo con el calor de su gente.
Al siguiente día seguimos con rumbo hacía Linares hicimos una pequeña parada en una estación de servicio donde mientras hablábamos con un señor nos regaló 20.000 pesos chilenos como una forma de colaborarnos con nuestro viaje. Un gran gesto para iniciar el 24 diciembre.
Luego tomamos un pequeño desvío por la ruta L-16 hacía San Javier dejando de un lado la transitada ruta 5. La ruta 5 sur es un ruta que conecta a Santiago con Puerto Montt, una ruta de doble calzada por la que transitan incontables cantidades de vehículos y principalmente camiones, a pesar de tener una amplia berma, salirse de esta ruta por al menos 10 kms llega a ser un alivio, ya que la ruta que tomamos era más tranquila y con más árboles, tantos que un trayecto la ruta estaba cubierta por árboles de lado a lado.
Hermoso y relajante pasaje. Volvía asentir es aroma a campo y con sus 38º de calor y fuerte sol golpeando por ratos me sentía llegando a Girardot por la vía de Tocaima.
Después de esa dosis de clorofila volvimos a la autopista para terminar nuestro día en Linares donde apenas llegamos a la plaza de armas se nos acercó un joven en su bicicleta y sin tanto preámbulo y problemas nos ofreció su casa para que pudiéramos pasar la noche. Junto a su esposa, su hija y unos amigos pasamos el 24 de diciembre comiendo pizzas y una botella de vino. A falta de regalos Chile nos obsequiaba lo mejor de su país, el calor y la amabilidad de la gente que brinda su ayuda desinteresadamente.
Pero los regalos no terminaban y Fernando nos ponía en marcha al siguiente día con una parrilla delantera para Carlos y yo con una alforja delantera, la que me hacía falta. Que Fernando él mismo había hecho con pvc, pegante y calor.
―Cuando yo viajé me ayudaron mucho, por eso hago lo mismo.―
Gran tipo Fernando, y a propósito sus viajes los hace en una bicicleta hecha de bambú, que increíblemente él mismo también construyó. Sin ganas de irnos seguimos ese día rumbo a San Gregorio donde los bomberos no nos dejaron pasar la noche en su estación y los carabineros no nos permitían acampar en el parque. Pero bien dicen que no hay mal que por bien no venga y que cuando se cierra una o dos puertas Dios abre 5 más y 2 ventanas de pasada.
Nos recomendaron ir a un balneario cerca al río, al que fuimos sin dudar, cuando llegamos encontramos un lugar agradable para poner las carpas y mientras admirábamos el lugar una familia que se encontraba en su tarde de 25 nos invitó a seguir a su picnic.
Todo un costillar de cordero, longaniza, papa con mayonesa, ensalada, gaseosa. Fue tanta comida que casi no nos pudimos levantar del puesto, y lo mejor de todo es que toda la carne que tenía era de animales que ellos mismos criaban. Otro gesto más de amabilidad y Chile me seguía sorprendiendo con el calor de su gente.
Al siguiente día terminamos en Chillán donde conocimos a Javier y quien nos alojó por dos días. Suficientes para recobrar un poco de fuerzas y continuar con la contrarreloj.
Dos días en los cuales pudimos ir con Javier, su hermano y Yugi una akita que le gustaba nadar el río.
Ya que era domingo aprovechamos el día para ir hasta unas quebradas y un río con la profundidad suficiente para saltar desde lo alto de las piedras.
Bien decían que en el sur de Chile la gente era más amable, pero nunca pensé que tanto y mucho menos que no fuera ni tan al sur.
Luego de disfrutar de Chillán y sus paisajes seguimos con rumbo a Saltos del Laja, después de tener un día duro donde Carlos y yo nos perdimos el rastro por unos 40 kms pero que al fin gracias a Dios volvimos a reencontrarnos.
Ya en Saltos del Laja pasamos la noche en un camping y pudimos relajarnos en el río y disfrutar del espectáculo que brindaba la caída de agua que había en este sitio.
Siguiendo más al sur llegamos a una población que hasta la fecha no tenía nombre y en ninguno de los mapas que he visto aparece un nombre, pero es la división entre la bio bio región y la araucanía y está junto al río Renaico. Rio en el cual nuevamente aprovechamos para bañarnos y relajar las piernas.
Cada vez más me agradaba este sur chileno y entre más bajábamos más verde se ponía y más ríos habían para acampar, bañarse y verse los pies en el fondo del rio a través de su cristalina agua.
Dos días en los cuales pudimos ir con Javier, su hermano y Yugi una akita que le gustaba nadar el río.
Ya que era domingo aprovechamos el día para ir hasta unas quebradas y un río con la profundidad suficiente para saltar desde lo alto de las piedras.
Bien decían que en el sur de Chile la gente era más amable, pero nunca pensé que tanto y mucho menos que no fuera ni tan al sur.
Luego de disfrutar de Chillán y sus paisajes seguimos con rumbo a Saltos del Laja, después de tener un día duro donde Carlos y yo nos perdimos el rastro por unos 40 kms pero que al fin gracias a Dios volvimos a reencontrarnos.
Ya en Saltos del Laja pasamos la noche en un camping y pudimos relajarnos en el río y disfrutar del espectáculo que brindaba la caída de agua que había en este sitio.
Siguiendo más al sur llegamos a una población que hasta la fecha no tenía nombre y en ninguno de los mapas que he visto aparece un nombre, pero es la división entre la bio bio región y la araucanía y está junto al río Renaico. Rio en el cual nuevamente aprovechamos para bañarnos y relajar las piernas.
Cada vez más me agradaba este sur chileno y entre más bajábamos más verde se ponía y más ríos habían para acampar, bañarse y verse los pies en el fondo del rio a través de su cristalina agua.
Siguiente día con tantos rumbos trazados y tratando de hacer la mayor cantidad de kilómetros posibles terminamos a las afueras de Lautaro en poniendo carpa en una estación de gasolina. Confirmando de esta forma a Chile como un bune país para recorrer en bici. Donde se puede pasar la noche en bomberos, estaciones de servicio, junto a ríos sin pagar un solo peso. Peajes no hemos preguntado, pero estoy seguro de que también se puede. El chileno es un personaje dispuesto a ayudar por lo que encontrar un lugar donde pasar la noche no es cosa difícl, desgraciadamente gente que llega a pedir estas ayudas y las usan para cosas que no deben hacen que ciertos lugares y/o personas nieguen el uso de sus terrenos para acampar.
Después de pasar una estadía agradable en una estación de servicio gratis y con todos los servicios de un hotel: duchas, baños, restaurante, snacks, wi-fi, agua potable, estas estaciones cuentan hasta con lockers por si uno quiere guardar algo de valor. Seguimos hacía Freire, nuestro último destino por esta ruta 5. Que por cierto muy bonita y rápida si se viaja en auto pero muy transitada, monótona y aburrida para ir en bici.
Pero por cosas de la vida no entramos a Freire sino 2 kms antes encontramos una estación de servicio de las mismas del día anterior para aprovechar el wi-fi, ya que siendo 31 que mejor forma de celebrar que conectado con la familia. Y mientras espero a que el reloj marque las doce primero chilenas y luego colombianas, este su fiel servidor celebra el 31 con un atardecer que arde en el cielo y con 10.000 kms más en el cuenta kilómetros. Feliz año y que el 2016 esté lleno de más paisajes, más montañas, más nevados, pero más importante de más gente bella. Porque citando las palabras de otra viajera “hay más gente buena en el mundo, solo que la mala se la lleva mejor con los medios”.
Después de pasar una estadía agradable en una estación de servicio gratis y con todos los servicios de un hotel: duchas, baños, restaurante, snacks, wi-fi, agua potable, estas estaciones cuentan hasta con lockers por si uno quiere guardar algo de valor. Seguimos hacía Freire, nuestro último destino por esta ruta 5. Que por cierto muy bonita y rápida si se viaja en auto pero muy transitada, monótona y aburrida para ir en bici.
Pero por cosas de la vida no entramos a Freire sino 2 kms antes encontramos una estación de servicio de las mismas del día anterior para aprovechar el wi-fi, ya que siendo 31 que mejor forma de celebrar que conectado con la familia. Y mientras espero a que el reloj marque las doce primero chilenas y luego colombianas, este su fiel servidor celebra el 31 con un atardecer que arde en el cielo y con 10.000 kms más en el cuenta kilómetros. Feliz año y que el 2016 esté lleno de más paisajes, más montañas, más nevados, pero más importante de más gente bella. Porque citando las palabras de otra viajera “hay más gente buena en el mundo, solo que la mala se la lleva mejor con los medios”.